La Iglesia Católica la está pasando mal. Un diario italiano tituló esta Semana Santa como "la Via crucis del Papa".
Todos sabemos por qué. El escándalo de los abusos sexuales de sacerdotes a niños - que comenzó en los EEUU hace unos cuatro o cinco años atrás, y que terminó con la Iglesia pagando millonarias indemnizaciones hace poco - se extendió a Irlanda, Alemania y otros países de Europa.
Hace pocas semanas atrás un arzobispo canadiense fue detenido en el aeropuerto a su llegada desde el extranjero: portaba pornografía infantil. La Policía lo venía investigando desde tiempo.
La gente (católicos o no) está muy enojada con la institución y este enojo se entiende a dos niveles: 1) el abuso mismo, que parece ser bastante común y que ha sido perpetrado por mucho tiempo y 2) la tapadera de la misma Iglesia Católica durante todos estos años.
Sin perder de vista lo criticable del abuso, creo que al público le ha enojado más lo segundo: el que se sabía de los abusos, el que se los permitió para callado y el que no se castigó a los delincuentes.
Tapadera imperdonable porque se llevó a cabo en una organización que basa su quehacer en los postulados de Jesús. Y dicen que Jesús dijo, "dejad que los niños vengan a mí". Una organización que contaba con la confianza de padres y niños, respaldada - aseguran ellos - por el mismísimo Dios.
La marea ha llegado hasta el Papa, quien era el encargado de varios centros católicos donde se perpetraron abusos durante su administración. Las preguntas obvias son ¿Lo supo? Y si lo supo ¿Qué hizo?
Hasta ahora el Papado se ha negado a responderlas, e incluso algunos de sus miembros han contestado con ira a los requerimientos públicos y de la prensa.
Un escándalo tremendo. Algo que quizás haga repensar a muchos su relación hacia la Iglesia Católica como institución. No me refiero a la Fé - que es algo muy distinto - sino al rol que estas organizaciones humanas de propaganda y control mental tienen en las sociedades humanas modernas. Especialmente ésta, que hipocritamente cataloga de pecaminoso hasta el condón.
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