Duchas y siestas. Ambas parecen tener una capacidad mágica. Ambas nos renuevan las
energías fácil y rápido. Una buena ducha
– ojalá con la ventana del baño abierta – de unos dos o tres minutos nos puede
dar regalo una tremenda cantidad de ganas para seguir dándole a lo que quede de
día. Una siesta – ojalá corta, de no más de quince a veinte minutos – nos renueva
de tal manera que nos entrega varias horas más de capacidad laboral.
Me imagino,
duchas y siestas, influyen de alguna manera sobre el sistema nervioso, sobre
el cerebro, sobre el sistema que comunica entre nervios y músculos. No sé cómo. Desconozco esos mecanismos fisiológicos. Quizás funcionan sobre el alma y el cosmos también. No sé.
Así que, a
media tarde o después de almuerzo, cuando la modorra, el cansancio y la
kriptonita nos atacan, tenemos la receta de una siestecita seguida de una
rápida ducha. Rito fácil y al alcance de la mano para sobreponernos y seguir
activos hasta la noche. ¿que no es importante? - imagínense qué gris sería la vida sin la existencia de estas dos pócimas mágicas.
¡Voto por
las duchas y las siestas para presidente!
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