22 enero 2010

Una ambición sin límites

El canal de Historia (en su versión canadiense) ha estado transmitiendo una interesante serial sobre la mafia en este país. Desde los años '30s varias familias canadienses establecieron redes de crímen organizado, principalmente en las grandes ciudades como Toronto, Hamilton y Montreal.
Pronto, y de manera natural, comenzaron a coordinarse y a hacer negocios con la mafia estadounidense de New York, Chicago y Buffalo.
Familias como Papalia, Racco, Cotroni, escribieron historias de codicia, violencia y muerte, que no tienen nada que envidiar a 'El Padrino' de Mario Puzo.

Y mientras mira la pantalla uno se pregunta ¿qué llevó a estas familias a tomar el camino del crímen?
Con su olfato para los negocios, su capacidad de trabajo y con esos fuertes lazos familiares en donde todos se ayudaban, podían haber sido familias exitosas en lo que hicieran.

Y lo eran: muchos tenían flamantes negocios legales que, si bien servían de pantalla, eran buenos en sí mismos: redes de panaderías, carnicerías, clubes, casinos. No eran familias llevadas al crímen por la pobreza.

Coincidentemente, el fin de semana pasado, la CBC transmitió un documental sobre el desplome de Wall Street que, como sabemos, llevó a la actual crisis económica mundial.
El programa se centró en una increíble "conexión canadiense" que, al parecer, habría sido uno de los factores causantes de la crisis.

El programa mostró cómo tal conexión influyó en las políticas financieras del banco Lehman Brothers desde el 2004 y mostró cómo, economistas y asesores - empleados de Lehamn Brothers - que comenzaron a advertir de la crisis por venir, fueron despedidos uno tras otro desde el 2006 en adelante.

Y mientras mira la pantalla uno se pregunta ¿qué llevó a estos acaudalados bancarios a tomar el camino del crímen económico?
Porque sus bancos y financieras habían sido exitosas por generaciones: no eran instituciones llevadas al crímen por la desesperación.

Creo que la respuesta en ambos casos es la misma: ambición. No esa ambición común y corriente, normal, que todos tenemos y que es sana - sino una avaricia sin límites que pasa por encima de todo: leyes, seres humanos, familias, vidas y que lleva a la destrucción de muchos en el camino y finalmente a la propia.

Cuando esa codicia insaciable ataca, el mafioso que extorsiona a comerciantes de barrio y el bancario que aprueba préstamos con intereses impagables, se convierten exactamente en lo mismo.


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