Leo que Russel Crowe ha hecho una pelicula sobre Robin Hood demasiado seria. El personaje - una especie de Zorro inglés - siempre ha dado para trucos, bromas y payaseos, especiamente contra las tropas de la autoridad. En fin, para el humor.
Crowe le ha quitado eso. Por lo tanto no es Robin Hood. Como el Zorro no sería el verdadero Zorro sin el sargento García y sin las burlas que hace de los soldados realistas de la época.
Christian Bale cometió en mismo error dos veces: se tomó demasiado en serio a Batman y después entristeció y oscureció a Terminator, otro personaje cuya gracia estaba en eso, en el humor, en esas cosas disparatadas e inesperadas que hacía con tal de acabar con los Connors.
Más allá del cine, en la vida misma, el humor es esencial. No hay nada más patético que alguien que se toma a sí mismo siempre en serio.
No sólo es patético, es peligroso: un individuo sin la capacidad de reirse de sí mismo, de sus manías, de sus ideas y de sus errores es inaguantable cuando llega a puestos de poder. Se convierte rapidamente en un tirano: pasa a ser ese dios infalible que se siente por encima de los demás.
Es un paso más allá de tomarse las cosas a la tremenda, de ser un tonto grave: la falta de humor es la materia básica del fanático.
No creo que Hitler se haya reído de sí mismo a menudo. Tampoco Stalin o Mao. Los ayatolas iraníes muestran cero humor hacia las críticas de sus oponentes. En Cuba, la monarquía Castro ha sido absolutamente sería en su revolución por sesenta años: jamás se ha equivocado, jamás ha metido la pata, jamás ha reconocido motivos para lanzar una buena carcajada de sí misma.
Infalibles. Como el Papa.
Cada vez tengo más aversión hacia los tontos graves. Muchas veces me dan lástima, pero cuando me los encuentro en posiciones de poder, me producen un culebreo de estómago que hasta ahora no ha fallado casi nunca.
Es que entre el incapaz de ver su propias tonterías y el tirano fanático, el camino es muy corto.
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