Ayer no más una persona que sigo en Twitter publicó los enlaces a una serie de videos en YouTube acerca de discusiones sobre la existencia o no-existencia de Dios.
Al parecer, alguien se está dando el trabajo de reunir estos videos, generalmente de programas de TV americanos, ingleses y australianos y de agregarles subtítulos en español.
Se trata de discusiones entre representantes de alguna religión (algunos más fanáticos, otros menos) y representantes de ese diluído y no organizado grupo que podemos denominar los ateos, o si gustan, los racionalistas.
Y mientras le echaba una mirada a los videos, me decía a mí mismo que, en realidad, no puede haber discusión más inútil que ésta. Porque es una discusión eterna y sesuda que corre el riesgo absoluto de no llegar a nada.
Los creyentes no tienen evidencia ninguna, ni la más mínima, de que existe ese ser supremo, omnipotente, eterno, en el que creen. Simplemente creen. Porque sí. No sé por qué, quizás, aventuro, porque le tienen miedo.
Con la misma liviandad de argumentos podrían creer en la existencia de Zeus, de Minerva, de Buda, de Alá, de la gorgona o de duendes en el bosque. La existencia de estos seres sigue la misma lógica que la existencia de su Dios. Es decir, ninguna.
Por su parte, los racionalistas aparecen más adultos, más inteligentes, más osados. Su manera de ver el mundo se basa en la ciencia y en una filosofía más coherente.
Sin embargo, ellos también han errado parte del asunto: no hay ninguna prueba de la existencia de Dios, pero tampoco hay pruebas de que no existe (claro, lo acepto, demostrar la no-existencia de algo es muy difícil ¿imposible?).
Con nuestros mejores instrumentos actuales aún conocemos menos del 5% del universo, y a medida que avanzamos en nuestro conocimiento - quién sabe qué sorpresas nos depara esta inmensidad.
Se le pide a los creyentes más humildad: pueden creer en lo que quieran, pero no lo hagan con esa soberbia de siempre. Están a un paso de ser considerados paranoicos (y muchos lo son, en efecto).
Más aún, se les pide que no intenten imponer por la fuerza o el miedo sus creencias a los demás - que, por milenios, ha sido el gran problema con ustedes.
A los racionalistas les pediría menos agresividad, más tolerancia, a fin de cuentas, ellos pretenden reemplazar el pensamiento primitivo y fanático con uno moderno, mejor. No pueden caer en las mismas actitudes absolutistas de los antecesores.
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