30 marzo 2012

Regreso al verano galáctico

Desde hace mucho el verano (que se acerca aquí en Canadá) se relaciona para mí con ciencia -ficción. No se por qué.
No tengo idea en qué pliegue recóndito de mi bio-psicología se encuentra ese puente que conecta días de sol y picnics, de vacaciones y paseos con las novelas y las películas de ciencia-ficción. El asunto es que semanas antes empiezo a buscar libros y a preparar una lista de películas para cuando llegue el calor.

Tratando de recordar los comienzos de este vicio me vino a la memoria 'Las doradas manzanas del sol' , mi  primera lectura de Ray Bradbury, regalo de un tío, hace muchos veranos. Después vendrían 'El vino del estío' y por supuesto, el clásico 'Crónicas marcianas'.

El virus se contagió a amigos y primos y muy pronto todos leíamos, discutíamos y nos prestábamos estos libritos. Los nombres de Bradbury, Ben Bova, Isaac Asimov, Domingo Santos y Larry Niven pasaron a ser parte de la pandilla.

Una de las novelas que nos causó mayor impacto fue 'Un resto de memoria', de Keith Laumer, llena de aventuras, viajes espaciales y luchas contra malvados tiranos. 
Otra fue 'Ciudad' de Clifford Simak - donde los perros (que habían sido nuestros amigos cercanos) se reunían en las noches del futuro a contarse historias sobre los ya desaparecidos seres humanos. A través de ellas, íbamos conociendo el trágico destino que le esperaba a la Humanidad.

Imposible olvidar 'A horcajadas en la luz' del sabio chileno Arturo Aldunate Philips, que nos mostró las maravillas del espacio, de la astronomía y de la física en lenguaje infantil y simple. Leíamos cada frase con religiosidad y a veces no entendíamos mucho...

El vicio continúa hasta hoy - para simple regocijo de mi última neurona. Acabo de iniciar la trilogía 'Heliconia' de Brian Aldiss, conseguida nada menos que en castellano, para pasarla mejor. Nos vemos en Andrómeda!



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