Hace unos días di un paseo por blogs amigos, esos que están en la sección de preferidos, entre los que uno lee, o promete leer, o debería leer.
La mayoría de ellos están sin renovar, nada los actualiza desde hace meses, en algunos casos, desde hace años. Olvidados. Latiendo silenciosos en medio del griterío electrónico mundial.
Es triste porque detrás de cada blog hay una persona, y allí hubo un sueño, un ansia de comunicarse, de contar, de decir y de escuchar. Y ya no más.
Los blogs que eran más persona que moda siguen ahí. Los que eran más moda que nada - murieron, o peor aún, los dejaron abandonados - suspendidos entre la vida y la muerte, ni vivos ni muertos en realidad. Sin resolución final.
Porque está muy bien que alguien decida que ya no más blog. Que quiere otra cosa: Facebook, Twitter, lo que sea. Entonces, esa persona va y se despide. Con un simple 'adiós' o con una larga explicación. Como quiera. O simplemente hace 'delete' del blog completo y desaparace de una vez por todas de la vida virtual.
Lo que no me gusta es ese cementerio de blogs - desamparado, dejado en el olvido por dueños poco agradecidos y negligentes.
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