11 septiembre 2009

Perspectiva del 11 de Septiembre, treintayseis años después

Otro 11 de septiembre - más alejado en el tiempo - también marcó un hito histórico a costa de sangre y vidas.

Un martes 11 de septiembre, Chile - un largo y angosto país en el continente sudamericano - amaneció controlado por las Fuerzas Armadas. Éstas, durante la noche, se habían desplegado en los centros neurálgicos del territorio nacional y cuando a las ocho de la mañana los chilenos salían de sus casas a trabajos y colegios, hallaron que el país había cambiado de manos.

Lo que siguó ese día fue el asalto a La Moneda y el afianzamiento del control militar en Valparaíso, Concepción y Talcahuano.
Lo que siguó fue el dramático discurso de Allende llamando "al pueblo" a combatir a los golpistas, después vino el bombardeo, el suicidio, el rendimiento final.

El golpe militar ponía un fin violento a un gobierno de tres años que intentó desarrollar una agenda socialista en Chile. Si bien elegido por voto popular en 1970, Allende y el gobierno de la UP parecía haber sido sobrepasado en 1973 por sus propios activistas más radicales, por la creciente intervención castrista desde Cuba y por la creciente oposición interna.

En un mundo todavía inmerso en la Guerra Fría entre los EEUU y la URSS, Chile - y Latinoamérica entera - era un ring más en donde ambos imperios se batían a duelo, no directamente, si no a través de otros.
La penetración ideológica comunista en América Latina había sido intensa desde que Fidel Castro se estableciera en Cuba y decenas de grupos extremistas veían el modelo cubano de revolución armada como única fuerza promotora del cambio social en el continente.

Como siempre ocurre, estos movimientos radicales no eran respaldados ampliamente por la población, sin embargo eran muy activos y espectaculares - el MIR, el MAPU, los Montoneros, las FARC, el ELN, los Tupamarus, Sendero Luminoso, el FLN y otros, pretendían en diferentes países, seguir los pasos de su gurú Ernesto "Che" Guevara, un médico argentino que había luchado junto a Castro en Cuba y que había intentado una infantil revolución en Bolivia donde había sido capturado y asesinado.

Los EEUU perdían la guerra contra los comunistas en Vietnam y veían expandirse la influencia China en Asia. Los EEUU también veían expandirse la ingerencia de la URSS en Europa: Moscú mantenía el Muro de Berlín, implementaba una dictadura afín en Alemania Oriental e invadía Checoslovaquia a sangre y fuego, cuando la juventud de ese país salía a las calles exigiendo un regreso a la democracia.

Esos EEUU no iban a permitir que también en América Latina hubiera un proceso donde los comunistas - a fuerza de fusil - ganaran poder e influencia. En 1970, el gobierno de Nixon dispuso inmediatamente el envío de ayuda monetaria a la oposición chilena y envió algunos agentes a estudiar la situación.

En Chile, la radicalización de sectores del gobierno de la UP también ayudó a desestabilizar el país. Altamirano, líder socialista, las emprendió contra el Poder Judicial. El ministro de Agricultura aceleró una Reforma Agraria que en terreno desembocó en "tomas" de fundos y tierras por "el pueblo" - es decir, grupos de izquierda, semi-armados, organizados por activistas del mismo gobierno.
A esto se sumaron las tomas de industrias y empresas. La consiguiente baja en la producción agrícola e industrial trajo desabastecimiento e inquietud en la población.

La oposición política a Allende rápidamente se dió cuenta que el desabastecimiento podía ser la palanca que moviera a gran parte de la gente en contra del gobierno e intensificó el acaparamiento, el mercado negro y el abuso en los precios.

Ciego, sin una cabeza dominante en la conducción, el gobierno de Allende optó por acelerar más su "camino al socialismo" - organizó los "cordones industriales" y semi-armó a grupos de trabajadores simpatizantes.
Mientras Fidel Castro se paseaba tres meses a lo largo y ancho del país, llamando abiertamente a la lucha armada, el gobierno de Allende perdía las elecciones de diputados y senadores y era acusado de ejercicio ilegal del poder por ambas cámaras.

El 11 de septiembre las FFAA, dirigidas por una Junta militar, tomó el poder para "salvar a Chile del comunismo" y rápidamente controló el país casi sin oposición armada.
Sean cuales fueran los planes de los militares, es cierto que ese acto de golpismo detuvo un rápido camino hacia la guerra civil.

El 11 de septiembre chileno fue un hito bisagra. Ahora, a casi cuarenta años, uno se hace una pregunta obvia: Si el gobierno de Allende había llegado en verdad a un estado de ilegalidad ¿no había mecanismos constitucionales que lidiaran con esa situación? - Yo no se. Alguien que sepa, que conteste.

Desde esa bisagra histórica el país podía haber seguido muchos senderos. Los militares tuvieron una oportunidad sin precedentes en la Historia. Con un poder absoluto en las manos más el apoyo quizás de un 50% de la población, Pinochet y su gente podían haber hecho el cambio social y económico que la realidad histórica de Chile estaba pidiendo.

El cambio histórico hacia una mayor justicia social, hacia una mejor repartición de la torta nacional, hacia una modernización de la educación, de la seguridad laboral y social. Si hubieran tenido altura de miras y hubieran sido honestos.

Lo que siguó lo sabemos todos. Pinochet se impuso como líder del golpe, relegando a los demás miembros de la Junta a posiciones secundarias y se alió con una camarilla de poderosos e ideólogos capitalistas para abusar y usufructuar del país de manera personal, con un hambre infinita de poder y riquezas.
En uno más de esos sarcasmos de la Historia, el hombre que se vanagloriaba de haber salvado al país de la dictadura, se hacía pagar el favor instaurando una dictadura propia.

Lo que siguió también lo sabemos: los asesinatos, las desapariciones, las torturas. Poco a poco los "enemigos de Chile" para el paranoico Pinochet ya no fueron sólo los comunistas, se le fueron agregando los periodistas, los intelectuales, los políticos y ya después las universidades, la Iglesia y cualquiera que osara criticar los despliegues y abusos de poder del pequeño Nerón que se había apoderado del país.

Creo que los chilenos tenemos mucho que meditar y aprender de nuestro 11 de septiembre a treintayseis años de distancia.
Y creo que debemos hacerlo justamente como a sus protagonistas, Allende y Pinochet, no les gustaría: aprendiendo a escucharnos y respetarnos, entendiendo que todos los chilenos tienen derecho a vivir en el país de manera humana y que la única idea ilegítima es la de de promover la violencia contra otros chilenos.

A ese 11 de septiembre y a sus consecuencias se llegó porque un grupo de chilenos trató o impuso sus ideas sobre el resto a la fuerza, de manera egoísta y dogmática, con total desprecio por los mecanismos democráticos y legales.
Ojalá, a treintayseis años de madurez, que la mayoría hayamos aprendido la lección.

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