23 noviembre 2009

Lula, Ahmadinejad y la pandemia de hipocresía mundial

Hoy se reúnen Lula, el presidente de Brasil, con Majmud Ahmadinejad, presidente de Irán. Se dan la mano, se abrazan, se sonríen ante las cámaras y prometen "trabajar juntos".

¿Cómo - se pregunta uno - puede haber tanta química positiva entre un líder de izquierda, democrático, secular y pacifista con uno fascista, dictatorial, fundamentalista religioso y belicoso? ¿Hay algún punto ideológico que haga de imán entre ambos?

No. No lo hay. La respuesta es hipocresía. Puro y llano cinismo. Y en este campo los chicos han aprendido de los grandes. Los grandes del mundo han sido buenos profesores de cinismo y muchos de los chicos han sido alumnos sobresalientes.

Obama, progresista, democrático y legalista acaba de regresar de China, donde se encontró y "afianzó lazos" con un gobierno tiránico, opresor, que controla y tortura a sus ciudadanos. Pero este camino fue abierto por Reagan, años atrás, y Reagan era conservador, republicano, enemigo declarado del comunismo.
No sólo los EEUU han tragado sapos chinos: todo un mundo entontecido, aplaudió "la maravillosa apertura" de los Juegos Olímpicos en China, sin mirar siquiera a las cárceles llenas, a la censura total que la dictadura ejerció sobre la media interna o al índice de penas de muerte más alto del mundo.

Ese fue un ataque de hipocresía mundial. De los gobiernos y de esos millones frente al televisor, robots, carentes de opinión propia, de principios y de columna vertebral. Pandemia de cinismo.

La misma que los EEUU evidenciaron al apoyar la dictadura de Pinochet, en contra de todos sus "principios democráticos", o el golpe militar en Brasil en 1964. Por supuesto, no sólo los EEUU han sido un magistral ejemplo de cinismo en política.

Stalin, "el libertador de los pueblos", como le llamaba la maquinaria de propaganda comunista, no tuvo problema alguno en firmar sendos acuerdos con Hitler, el peor enemigo del comunismo, cuando se trató de invadir juntos y repartirse Polonia.

La culta y democrática Francia, jamás tuvo problemas en hablar de democracia y auto-exhibirse como ejemplo de legalidad, mientras en los '60s sus tropas hacían papilla a los independentistas algerinos en África y peleaba una sangrienta guerra en Asia para mantener su colonia vietnamita.

Bélgica, ese casi-país europeo, se encarga de repartir críticas y recomendaciones democráticas al mundo entero, pero sus ínfulas no hacen olvidar sus colonias en África, los abusos y las torturas a los congoleños o el asesinato de Patrice Lumumba, el líder independentista.

Inglaterra habla de respeto entre países mientras envía su flota a pelear por unas rocas allá, frente a Argentina.

Estas clases maestras de hipocresía han sido aprendidas muy bien por muchos países más chicos y nuevos: la realeza Castro en Cuba, por casi cincuenta años a dicho "luchar por la liberación de los pueblos oprimidos" mientras oprime al propio y siempre denunciaba el "intervencionismo de los americanos" mientras enviaba tropas cubanas a África y al argentino Guevara a hacer revoluciones en Bolivia.

Entonces, los palmoteos del democrático Lula con Ahmadinejad, el peligroso fanático religioso - no deberían sorprendernos.

Ahmadinejad acaba de trampear las elecciones en Irán para mantenerse en el poder, ha llevado a cabo una represión terrible contra la oposición política: cinco líderes opositores han sido condenados a muerte en estas semanas y hay más en lista.
Ahmadinejad desarrolla armamento nuclear, amenaza con destruir países y fomenta y mantiene organizaciones terroristas como Hamás y Hezboláh. Persigue, encarcela y tortura homosexuales y periodistas disidentes.

Sin embargo, Ahmadinejad, el representante actual del fascismo-militarista-religioso más oscuro y primitivo, se abraza y se sonríe con Lula y con Chávez, otro "socialista", liberador de pueblos, progresista, secular y redomado enemigo del fascismo - según él.
Este Ahmadinejad es el gran amigo de los Castro de Cuba y de Morales, el "libertador indigenista" boliviano.

No. No busquen explicaciones razonables a tal orgía ideológica. No las hay. Lo único real, diario, palpable, es esa enorme capa de hipocresía que cubre el mundo político. Un cinismo cara-de-palo y omnipresente que parece ser la verdadera política.

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