13 febrero 2010

Haití a un mes del terremoto

Anteayer se cumplió un mes del terremoto que devastó Haití, principalmente su capital Puerto Príncipe.

El principal componente en la construcción haitiana es (era) el cemento. Buscando peso y seguridad ante los huracanes, los haitianos construyeron todo de cemento. Hasta los techos. Esos bloques fueron las trampas mortales del terremoto.

Haití en las primeras páginas. Millones empezaron a leer y a saber de un país del que no se habían preocupado jamás. Yo, entre ellos. Periodistas pulularon mediatizando la tragedia. Los infaltables gurús de la oportunidad fueron haciendo acusaciones al mundo entero, sin decir - por supuesto - dónde estaban ellos antes del terremoto.

Al menos hay 200.000 muertos, dicen. Una tragedia semejante a la del tsunami del 2004 en Asia. Nuevamente, los más pobres del planeta son golpeados por la furia geológica o climática.

Estos sucesos extremos hacen aparecer en cada persona lo esencial de su personalidad. Están los que corrieron a ayudar, los que se metieron la mano al bolsillo y dieron. La mayoría de los que ayudaron de manera real, práctica, inmediata lo hicieron en silencio.
Otros se dedicaron a hablar. Para muchos, apuntar dedos acusadores es más importante que proponer ideas y aportar trabajo o algo de plata.

El pastor evangélico Pat Robertson justificó la tragedia argumentando que era un castigo divino ya que "los haitianos habían hecho un pacto con el demonio".
Hugo Chávez dijo que los EEUU estaban "aprovechando el terremoto para tomarse Haití militarmente".
El locutor extremista Rush Limbaugh dijo que Obama estaba "aprovechando el terremoto para erigirse una imagen positiva en la media" y criticó la "millonaria ayuda" de su país a la isla.
La ubicuidad del veneno entre los fanáticos.

Una periodista española escribía horrorizada que los marines estadounidenses habían llegado "con rifles". Eso le llamó más la atención que las toneladas de ayuda, los helicópteros transportando heridos o el barco-hospital que realizaba decenas de operaciones al día.
Otro periodista español escribía que "he visto muchas fotos de la ayuda estadounidense", lo que él calificaba de "excelente propaganda", y añadía que "en terreno no he visto tal ayuda" - dejando entender, entre líneas, que posiblemente tal ayuda no exista, que todo sea falso.

Lo cierto es que la ayuda ha llegado a toneladas. Lo cierto es que todos los países desarrollados, y otros menos desarrollados, se han puesto con inmensas cantidades de ayuda material, médica, monetaria. Lo mismo han hecho decenas de ONGs del mundo entero.

Lo cierto es que también ha habido desorganización, que alguna ayuda se ha amontonado sin ser distribuída, lo cierto es que no hay caminos, que el puerto está destruído, que no hay una autoridad haitiana que marque prioridades. Los equipos de cada país hacen lo que les parece es más urgente, sin esperar, ni recibir informaciones del gobierno haitiano.

Lo cierto, para mí, es que cada vez es más evidente que se necesita una fuerza internacional de intervención inmediata para estos casos. Una fuerza entrenada y comandada por expertos, que provea de alimentos, agua, medicinas, carpas, ingeniería de urgencia, comunicaciones, vehículos, barcos, helicópteros a poblaciones en estado de emergencia.
Terremotos, tsunamis, volcanes, huracanes y sequías seguirán ocurriendo. Creo que la ONU es la llamada a formar este equipo internacional de respuesta inmediata.

Sería una verguenza que se llegue a la próxima tragedia aún sin haber aprendido nada de las anteriores.


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